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Poemas de Leonard Cohen

 Photograph: Joel Saget/AFP/Getty Images. Fuente; The Guardian De "Flores para Hitler",  1964     (Versiones de Antonio Resines) * * *   15.  Has gemido alguna vez debajo de mí,                Virgen de la Amnesia.         He olvidado si te rendiste                               y déjame ser tu flamante juguete nuevo.                      Soy el primero en usar tus grilletes como si fueran                         pulseras,     espía y traidor número uno en los campos del cuarto de la pensión. * * * 32. Hago esta canción para ti, Señor del Mundo, que lo tienes todo, menos esta canción. * * * 71. Encerraron a un hombre que quería dirigir el mundo. Los muy idiotas encerraron al que no era. * * * 111. Cada hombre tiene una manera de traicionar a la revolución. Ésta es la mía. * * * Narcissus No conoces a nadie Conoces algunas calles colinas, verjas, restaurantes Las camareras han cambiado No me conoces Yo estoy feliz con el otoño
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Dalila Dreaming - Una reseña

DALILA DREAMING Por: Fernando Linero Montes S egún el Diccionario de literatura española de la Revista de Occidente el cuento, considerado como género, "es una de las manifestaciones en que más difícil resulta lograr la virtud de la perfección, ya que su técnica exige del autor una capacidad de síntesis combinada con una serie de calidades estéticas que dejan en el ánimo del lector la impresión de que el relato cumple una verdadera misión artística". Sin sentir que estoy exagerando, es precisamente eso lo que encuentro en la obra de Carlos Castillo Quintero y es lo que me lleva a expresarme acerca de lo deliberadamente literaria que resulta su factura. Con una capacidad de introducirnos en esas pequeñas minucias que finalmente pertenecen a la composición simple y compleja de la naturaleza del hombre; con un ojo afilado que disecciona cada detalle (capacidad propia de los grandes narradores), Carlos Castillo nos muestra al ser atrapado en el espejo de la real

Prólogo de Dalila Dreaming - Pablo Montoya

Pablo Montoya Campuzano - © Random House Prólogo C onocí a Carlos Castillo Quintero en 1986. No recuerdo bien si fue durante el día, en un pasillo de la UPTC donde él hacía estudios de Economía; o en alguna taberna, en la fría noche tunjana. Éramos entonces muy jóvenes y nos empujaba un mismo interés: la literatura. De entrada, Carlos me suscitó una sensación paradójica: era talentoso y altivo. Recuerdo que siempre se presentaba, teniendo diecinueve o veinte años, como escritor, y yo sonreía un poco incómodo ante su prematuro arrojo. Después lo supe con claridad: la supuesta jactancia no era más que una de las formas de su convicción literaria que, hasta el día de hoy, ha permanecido inalterable. Poco después decidimos, en medio de una precariedad proverbial, fundar una revista que llamamos “Rapsoda”. Allí, en sus cuatro números, publicamos nuestros primeros cuentos, ensayos y poemas. Por ello, solemos decir, él y yo, que nuestra carrera literaria inició en Tunja y con

Pájaro azul - un poema de Charles Bukowski

FUENTE: Taringa Pájaro azul   H ay un pájaro azul en mi corazón que  quiere salir  pero soy duro con él,  le digo quédate ahí dentro, no voy  a permitir que nadie  te vea.  hay un pájaro azul en mi corazón que  quiere salir   pero yo le echo whisky encima y me trago  el humo de los cigarrillos,  y las putas y los camareros  y los dependientes de ultramarinos  nunca se dan cuenta  de que esté ahí dentro.  hay un pájaro azul en mi corazón que  quiere salir  pero soy duro con él,  le digo quédate ahí abajo, ¿es que quieres  hacerme un lío?  ¿es que quieres  mis obras?  ¿es que quieres que se hundan las ventas de mis libros  en Europa?  hay un pájaro azul en mi corazón  que quiere salir  pero soy demasiado listo, sólo le dejo salir  a veces por la noche  cuando todo el mundo duerme.  le digo ya sé que estás ahí,  no te pongas  triste.  luego lo vuelvo a introducir, 

ARTE POÉTICA - Carlos Castillo Quintero

Claudia R. Niño -  "Tributo" - Óleo sobre lienzo, 2008 N o olvida la palabra al que muere en el mar o se abandona  a la tormenta que sabe que viene, al que camina en la tiniebla o sobre las aguas y escribe un único poema de arena que borra con su pie. No olvida, pero se pudre como el agua quieta en una artesa  (o la sonrisa del muerto) si no fluye si no se pronuncia  si no se escribe... ¡Ah! de la lengua herida que se resiste a develar el nombre de uno que merece la horca,  la cárcel, o por lo menos el desprecio de su hija que vive lejos y tiene un hogar y recoge cerezas silvestres y lo odia (en la noche lo odia) y siente miedo. ¿Y qué del poseído  que desde el púlpito niega la canción de amor que aprendió durante el último verano? ¡Ah! del tiempo que enmudece en la falda de la adolescente y roza sus muslos mientras ella se arregla las uñas ajena a su madre que la mira desde el balcón y aguarda a que

¿Se puede escuchar música en el cielo?

Femme enfilant son bas  (1894) Henri de Toulouse-Lautrec ¿Se puede escuchar música en el cielo? Carlos Castillo Quintero 1 E l barco estaba sobre el separador de la autopista, con el casco oxidado y la hélice carcomida por la herrumbre, ahí, al final de la tarde, encallado bajo el puente de la estación Toberín, sin que nadie reparara en él, excepto Anamilé. No era muy grande, claro, pero ella pensó que una persona —una pareja, inclusive— podría vivir allí, en esa estructura de hierro y madera que conservaba todavía algo de la pintura amarilla de otros tiempos. WAR IS OVER , se podía leer en uno de sus costados. Anamilé llevaba ya cerca de quince minutos recargada contra la baranda del puente de la estación, tomándole fotos con la cámara de su celular. ¿De dónde habría salido? ¿Por qué nadie lo retiraba de allí? Miró la hora: 6:20, pensó que debería irse, porque ya se le estaba haciendo tarde. Desde que al director se le había dado por filmar en la noche, ella estaba c